

Hoy hemos conocido a la hermana
Victorina, que es todo dulzura. Hemos hablado de la boda, de nuestras vidas, de la suya (son monjas de clausura) y de cómo todas se hacen mayores.

Resulta curioso que antaño ninguna monja podía salir del convento (y ahora sólo para ir al médico o asistir a
padres enfermos) y si se ponían enfermas o había que operarlas, sólo se hacía entre las paredes del convento.

E

n caso de tratarse de una operación fácil, no había problema, pero si se trataba de cosas de corazón y había que trasladarse al hospital, ellas lo daban por perdido y rezaban para que el sufrimiento fuera el menor posible, pues eso no ocurriría.
Nos ha encantado conocer a un ser tan positivo y bueno como la hermana, que nos ha deseado todo lo mejor, besado y sin duda rezará por nosotros el día de nuestra boda y como ella ha dicho "y cada uno de los días siguientes" hasta el final de los días.
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