Por la noche llegó el momento cenita. Me recogió de portugués (eso me encanta porque nunca me recoge de
ningún sitio, como aquí todo se hace a pie porque está realmente cerca...) y fuimos al centro. Había un sitio para aparcar justo en la misma puerta pero no dije nada.
Aparcamos y andamos hasta el hotel... y allí estábamos, al lado de la fuente, con los pétalos de rosa sobre la mesa y un velón... madre qué
bonito. Una vez allí Pedro me dijo si sabía que estábamos en el patio de un hotel de 5 ***** , jeje, pues claro, lo supe desde que reservé mesa... el camarero estaba casi para nosotros (era lunes) y fue muy amable. La casa no paraba de invitarnos a cosas: un entrante crujiente de verduras (servido en cuchara), un sorbete con la piel de naranja colgando (conocéis el Kir Royal? Lleva champán, Cassís, naranja.. muy rico y muy francés). Con disimulo y mientras Pedro atendía una llamada al entrar al hotel, le di a la cocinera un set de velas de colores donde pone FELICIDADES, cada letra pinchada en un palo y al final, en un plato muy bien adornado con nata las pusieron y las sacaron junto con 2 ramilletes de arándanos, que son frutos
silvestres rojos y muy pequeños...ñam!
Y cómo no, dos copas de postre a los 3 chocolates... eso ni lo pedimos, nos lo sacaron junto con las velas... la verdad fue muy especial.
Pedro dice que de todo el día se queda con el "momento cena" y replica que deberíamos darnos esos lujos de salir fuera a comer, más a menudo. Y esa fue la velada, plena de romanticismo y sin que falte el factor sorpresa!
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